Casa de María en Éfeso (Turquía) – P. Miguel Manzanera

El Evangelio de Juan relata cómo momentos antes de morir, Jesús, señalando al apóstol Juan, el discípulo amado, dijo a María: « ¡Mujer! He ahí a tu hijo». Luego mirando a Juan le indicó: «He ahí a tu Madre», dándole la misión de cuidar a la Virgen María como a su propia madre (Juan 19,27).

Estas palabras de Jesús antes de entregar su vida al Padre celestial constituyen el testamento de Jesús, iniciando así la nueva Familia de Jesús con María. Elia adoptó a Juan como hijo y recíprocamente Juan aceptó a María como Madre.

Siguiendo esta misión María vivió con Juan en Jerusalén en la amplia casa de la familia de los Zebedeo, donde Jesús había celebrado la Última Cena con sus apóstoles. En ese lugar se seguían reuniendo los apóstoles y las discípulas de Jesús.

Lamentablemente este inicio de la historia de la Iglesia fue casi destruido por el odio de los enemigos de Jesús, tal como narran los Hechos de los Apóstoles. Esteban fue el primer discípulo en morir mártir, apedreado. Pocos años más tarde el cruel rey Herodes Agripa I, después de maltratar a algunos seguidores de Jesús, hizo morir por la espada al Apóstol Santiago, hermano de Juan. Incluso llegó a tomar prisionero a Pedro, quien fue liberado milagrosamente. En cambio el cruel Herodes Agripa fue herido por el Ángel del Señor y convertido en pasto de gusanos (Hechos 12,1-3.20-23).

Ante esta despiadada persecución, María y Juan huyeron de Jerusalén. Aunque los Hechos no dan detalles sobre su destino, varios valiosos indicios históricos permiten conocer su vida posterior. María y Juan Ilegaron a Éfeso, ciudad importante en el Asia Menor (actualmente Turquía), en la costa del Mar Mediterráneo.

Éfeso era entonces una ciudad griega. Se cree que su nombre se deriva de «Apasa» que significa Diosa Madre, «donde se daba culto a los dioses entre ellos a Artemisa, diosa de la fertilidad y de la virginidad». Éfeso llegó a tener un cuarto de millón de habitantes con un gran coliseo y un templo pagano. Allí el filósofo Heráclito elaboró su teoría filosófica en la que el «Logos» es el ser divino, ordenador del cosmos.

Siglos más tarde el evangelista Juan en el prólogo de su Evangelio declara: “En el principio el Logos existía y el Logos estaba con Dios y Dios era el Logos”. “El Logos se hizo carne y acampó entre nosotros y vimos su Gloria, Gloria que como Unigénito, Hijo único, Ileno de gracia y de Verdad, recibe del Padre” (Juan 1,1.14).

Con el tiempo Éfeso fue el centro religioso cristiano en Asia Menor. Se edificaron varios templos, entre ellos una basílica de la época constantiniana que estaba dedicada a la Virgen María. En el año 431 se celebró allí el tercer Concilio Ecuménico, donde se proclamó que el Jesús es Dios en verdad, Emmanuel, y que, por esta razón, la Santa Virgen María es Madre de Dios (Theotókos) pues dio a Iuz según la carne al Verbo de Dios encarnado.

Luego Éfeso decayó. Sin embargo Dios ha elegido Éfeso como Iugar de peregrinación para cristianos y también para musulmanes. El Corán, libro principal escrito por Mahoma, menciona el Iugar de María en Éfeso: «Ella dejó su familia y se retiró a un lugar hacia el Oriente» (Corán, XIX, 16). Hay muchas citas sobre María y muchos musulmanes reconocen y veneran a María como la madre de Jesús, el profeta.

Actualmente la Casa de la Virgen ha sido reedificada y es un Iugar de grandes peregrinaciones tanto de cristianos como de musulmanes. Hay una habitación mayor para cristianos donde se celebra la Misa, mientras que los musulmanes hacen su oración en otro recinto. Los diversos ex-votos, dejados como recuerdo, muestran que la Virgen otorga milagros tanto a unos como a otros, invitándonos a creer en el único Dios y en su Hijo Jesús.

Miguel Manzanera SJ

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