El Señor nos ayude a ser indulgentes y misericordiosos, constructores del Reino de Dios en medio de nuestro mundo

Mons. Oscar Aparicio presidió la eucaristía del décimo sexto domingo del tiempo ordinario en la Catedral de San Sebastián.
En su homilía se destaca la referencia especial a la actitud que muchos tomamos para juzgar a los hermanos. Nos invita a que podamos ser como Dios mirar con los ojos de Dios que es indulgente que ama a sus hijos tal y como son. Que podamos ser constructores del Reino de Dios en medio del mundo; para que crezca en nuestra vida y crezca como un árbol de mostaza, que pueda crecer como la levadura.
Fragmento de la homilía
Hermanos y hermanas muchas veces queremos cambiar al otro. Es interesante el sacramento de la reconciliación, digo por experiencia, muchas veces cuando la gente se confiesa, confiesa el pecado del otro o de la otra, muchísimas veces. O se confiesa par decir que mi esposo o mi esposa cambia, pero al estilo que yo quiero que sea. Y aquí hermanos se trata de paciencia, se trata de que el otro sea como es. No de moldearlo a nuestro gusto. A veces decimos porque Dios no actúa ya y nos hace justicia.
El Reino de Dios crece, crece con paciencia de a poco. La semilla aunque está en la tierra está activamente creciendo. Y cuando es pequeñita igual, hasta que tenga la altura suficiente. Que hermoso ejemplo para nosotros actuar como Dios indulgente y paciente, misericordiosos capaces también de perdonar. Capaces de hacer crecer el amor donde debe crecer. Capaces de ser aquellos que ven a nuestros hermanos como buena semilla. Porque el Reino de Dios es como este granito de mostaza. ¿Han visto alguna semilla de mostaza? Es increíblemente pequeña, pero cuando crece se convierte en un gran árbol, capaz de dar mucha sombra y capaz que también se aniden los pájaros.
Hermanos la vida es un poquito así. En la pequeñez y en la sencillez también está presente el Reino de Dios. Muchas veces por nuestro afán extirpamos lo mejor. Que el Señor nos ayude a que este pequeño lo sencillo, lo cotidiano, lo normal pueda crecer. Muchas veces nosotros tenemos ansias de grandeza. Queremos que las cosas ya vengan bien hechas, bien grandes, lindas, bellas y a veces pensamos que nuestras obras tengan que ser las mejores y nos frustramos tantísimas veces. Una pequeña gotita de agua en el mar parece que no hiciera nada, sin embargo es una gotita más. Si tú te has reconciliado hoy, si tú has hecho una obra de misericordia, por más pequeña que sea es una más. Influye el saludo, una pequeña atención que construye el Reino de Dios en este mundo. Hermanos míos por tanto dejemos que, de verdad, esta pequeña semilla sea depositada en la tierra y que crezca. Está en lo cotidiano, en la pequeñez, en la sencillez de nuestra vida.
Y la levadura no necesita ser mucho. Ustedes mamas saben más que nadie, o los que hemos hecho alguna masita, sabemos muy bien que una pequeña porción fermenta toda la masa. Coraje entonces hermanos que el Señor nos ayude a ser indulgentes y misericordiosos, constructores del Reino de Dios en medio de nuestro mundo. Sabiendo que hay que hacer con paciencia, se sube las escaleras de un edificio en una gradita a la vez. Esa es nuestra capacidad. No vamos construir un gran edificio como esta catedral, si no es piedra sobre piedra, de a poquito.
Que el Señor nos conceda esta paciencia, que el Señor nos haga capaces de ver en los demás el Reino de Dios. Que en las acciones y en los momentos buenos de nuestra vida, seamos capaces de hacer crecer también el trigo y la cizaña. Que el Señor entonces nos conceda todo aquello que el mismo nos quiere dar. Y sobre todo, oremos que el Espíritu nos haga verdaderamente hijos e hijas de Dios, discípulos misioneros de nuestro Señor. ¡Amén!