Mons. Aparicio llama al respeto de la vida, la verdad, la naturaleza y a las personas

En la homilía de este domingo 29 de agosto, el Arzobispo de Cochabamba destacó el inició del mes de la Biblia, la Palabra de Dios centro del cristiano. Con ello señalando que el parámetro en la vida sea justamente Dios y lo que ha manifestado, aceptando la verdad frente a tergiversaciones de esta, aceptando la vida frente a crímenes contra ella, aceptando unidad y reconciliación frente al odios, divisiones y rencores.

Monseñor Oscar llamó a establecer un respeto mutuo entre hermanos, hijos un único Dios y Padre; así como el respeto por la naturaleza, a la que tanto daño ha hecho el hombre. Mencionó así que es fundamental purificar los corazones, para que aquello que salga del interior de la persona sea puro y bueno.

Texto completo de la homilía.

Como hemos remarcado al inicio, estamos iniciando el mes de la Biblia, normalmente es todo septiembre, cada año, la Iglesia ya en una tradición larguísima tiene esta costumbre de poner énfasis en subrayar la Biblia, la Escritura, como la luz que siempre nos guía. Es verdad que es una situación cotidiana, es decir, todos los días y de toda la propuesta de la Palabra de Dios en todo el año litúrgico que nosotros se celebramos. Sin embargo, aquí en Bolivia hemos querido que en septiembre se resalte de manera más fuerte, más grande y con mayor atención, diríamos así la Palabra de Dios, la Escritura, la Biblia. Estamos cierto al final del mes de agosto, pero a punto de iniciar este este mes de la Biblia y aprovechando que estamos todavía en este día del Señor. Por tanto, damos el impulso y el inicio de este mes de la Biblia, a lo cual les invito que nosotros acudamos también y la mayor escucha diríamos también el estudio del Evangelio, o porque no, la Lectio Divina, y que incluso la Palabra de Dios sea nuestra oración cotidiana y poner énfasis también en todos los días. En esta lectura y en esta oración y esta meditación de la misma Palabra de Dios, que en el fondo también es palabra que se cumple y que guía nuestros pasos y nuestra vida.

De hecho, hermanos, hemos sido testigos que la Palabra de Dios durante este tiempo, ya el anterior domingo, les recuerdo, que en la primera lectura se nos anunciaba aquello fundamental, es decir de lección que el pueblo de Dios, de optar por Dios: Lejos de nosotros, si no es servir a Dios y su Palabra. Aceptamos, creemos que Dios es la luz y es prácticamente el que va a guiar nuestras vidas, nuestra sociedad, nuestro país va a guiar nuestra nación. Ayudados, por tanto, de lo que hace el pueblo de Israel, nosotros también hemos optado por Dios. Optamos seguir sus preceptos, aceptamos que el parámetro en nuestra vida sea justamente Dios y lo que Dios ha manifestado.

Por eso vean que no es imprescindible, hermanos, que nuestras Constituciones y nuestra Constitución Política del Estado tenga que estar la aceptación o el hecho de decir que la Iglesia Católica es el parámetro. Ya hace muchos años que en realidad no, no es una realidad que está presente en nuestra Constitución y de hecho no es lo importante y lo fundamental. Aquí se trata de una cosa que queremos vivir, de algo muy seriamente planteado también en nuestra sociedad. Queremos vivir con Dios y los preceptos de Dios. Elegimos a Dios, por tanto, elegimos su Palabra, elegimos sus preceptos. Elegimos la vida antes que la muerte y la defensa de la vida antes que la muerte. No ponemos en nuestras constituciones o no aceptamos en nuestra nación aquello que promueve la muerte, como puede ser, por ejemplo, el aborto, la eutanasia. No aceptamos como nación ni en nuestras leyes.

Aceptamos la verdad antes que la mentira. Y aunque lamentablemente hoy mismo se esté transgrediendo la verdad y se quiera contar mentiras. Hermanos míos, optamos por la verdad, optamos por el amor, no por el odio, la revancha. No optamos por la división entre seres humanos y entre bolivianos. Aceptamos la paternidad de Dios Padre. Aceptamos una justicia venida de Dios, queremos vivir en paz y en fraternidad, no una justicia servil.

Vean que son llamados muy fuertes a que nosotros, optando por Dios, también podemos cumplir incluso la palabra que hoy vuelve a resonar fuertemente. Es Moisés que invita, a todo el pueblo, a vivir y aceptar estos preceptos y las leyes que Dios nos da. Lo hacen proyección ciertamente hacia lo que vivirán en la tierra prometida, no en la esclavitud de Egipto, sino vivir en libertad, en fraternidad y paz y en justicia. Esto debería ser, por tanto, los parámetros fundamentales también para el pueblo de Israel y cualquier otra nación.

El salmo decía: Señor, quién habitará en tu casa El que procede con justicia y habla con el justo, ¿quién es el justo? El que vive de los preceptos de Dios, optando por Dios, acepta el camino que Dios le ha trazado. El justo es aquel que está en el camino correcto, en el lugar correcto, que vive sensatamente, que es juicioso. Ese es el justo. Es aquel que se sabe que no es Dios y, por tanto, que vive en fraternidad con sus hermanos, en solidaridad con sus hermanos, sabiendo que tiene derechos y obligaciones; pero también el otro tiene derechos y obligaciones.

Todo, por tanto, que es procurar el bien de una sociedad siguiendo los preceptos del Señor, es bueno. De alguna manera, lo que dice la carta de Santiago: Todo lo que es bueno y perfecto es un don de lo alto y desciende del Padre, de los astros luminosos, en quien no hay cambio ni sombra de declinación. Él ha querido engendrarnos por su Palabra y para que seamos como las primicias de su creación.

Por lo tanto, hermanos, es también vivir en este respeto mutuo del otro y también de la naturaleza de esta casa común, que el Papa Francisco constantemente lo va anunciando, y también la Iglesia constantemente, un llamado profético. De hecho, si vemos como se transgrede a la naturaleza, es gravísimo. Cuántos incendios provocados por la maldad de los hombres, cuánta naturaleza destruidas por la maldad de los hombres. Cuántos seres humanos también transgredidos por la voluntad de los hombres. Cuántas sociedades, cuántos pueblos, la misma naturaleza se resentida, De alguna manera se va con la misma convivencia humana en este mundo.

Por eso el Evangelio nos presenta algo fundamental: Purificar nuestros corazones. ¿De dónde sale la maldad? ¿Acaso viene de Dios? ¿Acaso viene de la vida misma? ¿Acaso viene de la naturaleza? Viene justamente de la maldad de los hombres, de un corazón corrompido y un corazón que no acepta la vida, de un corazón que no vive en justicia, en paz, en fraternidad. De un corazón poco libre, aferrado, más bien bajo otros intereses. Es muy claro el evangelio: Los fariseos increpan a Jesús diciendo, por qué no siguen la tradición y las leyes. Por qué no hacen el lavado de manos y comen con manos impuras. Era una costumbre normal, también de higiene, también de convivencia frente a la salud normal. El seguir tradiciones de este lavado de manos y esta purificación constante responden cuidados ciertamente de la salud. Y qué bien nos viene también a nosotros hoy. Pero fundamentalmente, un corazón sano un corazón, en juicio, un interior que vive en paz. Una persona que vive respetando los preceptos de Dios, amando y queriendo y sirviendo a sus hermanos y a su casa. Es decir, la casa de Dios en la naturaleza contribuye para bien. No es lo que viene del externo que daña al hombre, sino más bien lo que está en el interior.

Queridos hermanos y hermanas, acojamos esta palabra, acojamos esta invitación del Señor, acojamos los preceptos de Dios. Escojamos el camino por el que hay que seguir, que es un camino trazado por Dios mismo y sus preceptos y en sus leyes. Defendamos la vida, la verdad, la justicia. Vivamos en paz y fraternidad, como siempre lo ando repitiendo constantemente. Si somos hijos e hijas de un único padre y hemos optado por Dios Padre, optemos por el amor y la fraternidad, la reconciliación y el vivir en paz entre hermanos bolivianos y bolivianas, hijos e hijas de un único padre, hermanos entre sí.

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