Mons. Oscar Aparicio: «Cristo ha resucitado, la maldad en el mundo no puede callar esta voz, Él brilla en la oscuridad.»

Cerrando el triduo pascual, en la alegría de la Vigila Pascual, cientos de personas participaron en la Noche de las noches, en la Catedral Metropolitana de San Sebastián, para celebrar la Resurrección del Señor.

Mons. Oscar Aparicio, Arzobispo de Cochabamba, durante la homilía hizo referencia a la importancia de esa noche, al culmen de lo que significaba este hecho para la humanidad. Pue con la resurrección del Señor se daba nueva luz a la humanidad, se quitaban los temores. Remarcó que estamos llamados a valorar esta vida que el Señor nos regala y a defenderla incluso con nuestra propia vida.

TEXTO COMPLETO DE LA HOMILÍA

Hermanos y hermanas, hemos llegado a esta noche, la noche de las noches, la noche más Santa. La noche que nosotros hemos esperado anheladamente.
Hemos caminado también iniciando una cuaresma para llegar a este momento. Es la noche culminante, la noche culmen, la noche de las noches. El paso fuerte de Dios en medio de este mundo. Hemos escuchado la palabra, hemos llegado al culmen, también de esta misma palabra que hoy se nos ha anunciado de parte del Ángel. No está aquí, ¡ha resucitado! El mismo Señor dirá a estas mujeres: alégrense, no tengan miedo. Vayan a anunciar a mis hermanos que estoy yo, y que les espero en Galilea.

Esta es la gran noticia hermanos, esto es lo que hemos estado esperando. Este es el culmen de todo lo que significa la historia de la humanidad, y de historia salvación, que Dios ha querido hacer con nosotros también este año. Aquí en Cochabamba, en medio de nuestras familias.

Si hemos escuchado la palabra de Dios atentamente, Dios hace una historia de salvación con su pueblo. La referencia continua de este pueblo de Dios es también una realidad. Este Dios que interviene en su pueblo que lo salva continuamente, lo saca de las aguas. En referencia continua también con el bautismo, hace la relación hacia nosotros, como nuevo pueblo de Dios, o asamblea de los bautizados. El nuevo Moisés, el nuevo profeta, aquel que estaba sepultado ha resucitado, no está entre los muertos. Cristo nuestra esperanza vive.

Esto es lo que estamos queriendo también vivir en nuestro mundo. Un mundo que se debate en situaciones de maldad. La maldad está presente también hoy, como estaba ayer. Esta noche oscura, o la esclavitud, o la muerte misma es también presente hoy. Cristo vence las tinieblas, Cristo es la luz de la novedad. Cristo nos saca de la esclavitud hacia la libertad. Cristo permite también que los sepulcros de la humanidad entera se queden vacíos. Porque Él vive y ha resucitado. El Ángel, no está aquí. Hoy en medio de un mundo que se debate, entre odio y maldades, entre pecados y oscuridades, entre esclavitudes, entre pecados serios, en medio nuestro y en el mundo entero.

Hoy hermanos. se proclama la resurrección del Señor. Se proclama la victoria de la vida sobre la muerte. Se proclama que el amor es posible en este mundo, y es posible que los seres humanos se constituyan como el nuevo pueblo de Dios.

Vayan que los espero en Galilea. Recemos hermanos para que de verdad en este año, en este tercer milenio, el Señor nos conceda ser este signo de amor y de vida. A nosotros asamblea convocada de parte de Dios, el nuevo pueblo de Dios. Y que anunciemos al mundo que el apostar por la vida es fundamental, que defender la vida es necesariamente importante, que frente a la guerra, anunciemos el amor y la paz. Frente a la injusticia y la muerte de los inocentes, seamos capaces nosotros también de estar dispuestos a dar la vida, para que los otros la reciban. Cristo ha resucitado Él vive. La maldad en el mundo no puede callar esta voz. Él brilla en la oscuridad. Él es la nueva luz, por eso dice que este Cirio, que lo encuentre el lucero de la mañana. Oh feliz culpa que mereció tan grande Redentor.

Bien hermanos, ¿cómo hemos pasado esta liturgia, hasta llegar a este momento culminante? Les invito entonces que todos sigamos celebrando esta eucaristía. Celebremos esta noche todavía, pero con esta certeza profunda y con esta alegría enorme de que Cristo vive y vive en nuestros corazones y vive en nuestras familias, en nuestra sociedad y en este mundo, pese a la maldad de los hombres. Amen.

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