«Que el Reino de Dios, esté presente en medio nuestro» Mons. Oscar Aparicio

El pasado domingo, 17° del tiempo ordinario, Mons. OScar Aparicio, Arzobispo de Cochabamba, presidió la Eucaristía dominical en la Catedral Metropolitana de San Sebastián.

Durante la homilía, habló a los fieles, expresando la importancia de hacer presente en medio de este mundo el Reino de Dios. Que pese a que algunos quieran quitar la paz y la armonia al mundo, alejando la alegría del Evangelio, tengamos que luchar por lograr hacer presente el Reino de Dios en medio nuestro. Recordó además cómo la visita de la Mamita de Urcupiña trajo consigo la paz y la unidad, signo de la presencia de Dios y su Reino.

Homilía Mons. Oscar – 30 de julio -17

Muy amados hermanos y hermanas una vez más, igual que el anterior domingo, Jesús nos explica la presencia del Reino de Dios en parábolas. Decíamos el anterior domingo que la parábola es una forma de entresacando ejemplos de la vida cotidiana. Jesús saca de esto los ejemplos para explicar que el Reino de Dios está presente en medio nuestro. Es lo que les decía al inicio: cuando Jesús inicia su misión, Él anuncia esta presencia del Reino de Dios, es los que dirán luego sus discípulos, que dirán que el Reino de Dios está presente en la persona de Jesús.

El contenido por tanto del anuncio del Evangelio, el contenido de alianza que se está dando está muy claro y evidentemente, es la presencia de Jesús en medio nuestro, que hace mención o señala que el Reino de Dios ha llegado ha llegado a nosotros, conviértanse y crean en el Evangelio. O lo que el Papa Francisco constantemente nos irá diciendo la alegría del Evangelio, es decir: es el hecho de saber que esta presencia del Reino de Dios también nos trae la alegría y la paz. Es una realidad certera, es algo que acontece en medio nuestro. Así como sabemos que también el mal está presente en medio nuestro, que existe. Decíamos en la anterior semana, la cizaña y el trigo crecen juntos.

Tenemos la certeza por tanto que el Reino de Dios en este mundo está presente. Y a nosotros también se nos ha confiado que esta presencia del Reino de Dios, de Jesucristo la anunciamos la vivamos, la hagamos realidad y construyamos el mismo Reino de Dios. Un Reino de paz, de justicia de fraternidad. Un Reino de la misericordia y del perdón, de Dios, entre nosotros. Por tanto hermanos míos cómo no vamos estar alegres, como no vamos estar serenos y contentos por este anuncio, que El Señor nos involucra, en su misión, en esta presencia del Reino de Dios. Hoy las parábolas hablan en concreto de ser sabios e inteligentes, es la respuesta nuestra frente a la presencia del Reino de Dios o al que nos han involucrado.

Por tanto es como la hojita dominical habla, es el negocio inteligente, no es cierto. Buscamos el Reino de Dios. Queremos que el Reino de Dios esté presente en medio nuestro. Agradecemos profundamente a Dios porque aunque no podamos definir con palabras exactas lo que es el Reino de Dios, lo sentimos, lo vivimos lo percibimos nuestro espíritu y nuestro corazón sabe de aquello.

El Reino de Dios es semejante aquello que hemos vivido con la presencia, con la visita de la Virgen de Urcupiña en medio de nuestras familias. Cuántas familias, cuántas personas, cuentos de nosotros que hemos esperado, hemos sabido que la presencia de la Madre de Dios estaría en medio de nosotros hemos acudido a los caminos para verla pasar, para recibirla y nos ha dejado una paz profunda, la serenidad de saber que el amor existe. La serenidad de saber que la paz es posible, que la unidad entre hermanos es favorable para todos nosotros.

Que todos aquellos que administran la justicia, los que son administradores de los bienes de la sociedad, o aquellos que tienen alguna responsabilidad puedan saber también que esta presencia de María nos ha dado esta capacidad. A veces no podemos explicar pero nos trae también serenidad y profunda paz profunda alegría. No hemos necesita ni platillos ni alcohol ni alienarnos que ninguna cosa para sentir que la presencia de la Virgen es comparada a la presencia del Reino de Dios. Nos trae paz, nos trae certidumbre, como nos dice el apóstol, Dios mismo nos ha dado un paso seguro en este mundo. Somos peregrinos con la certeza de que estamos predestinados a la gloria de Dios. Nacemos del corazón y de las entrañas de este mismo Dios. Peregrinamos a pasos seguros para vivir la gloria de Dios retornamos al corazón mismo de Dios y de su Trinidad.

Queridos hermanos que esta presencia del Reino de Dios nos llene también de alegría y de paz. Para poder gobernar que pide, para ser realmente y auténticamente un rey, para poder ser dócil a la palabra de Dios, para extender ese reinado suyo en este mundo. Concédeme la sabiduría. Esto queremos pedir para todos nosotros, para nuestros gobernantes, para los que tienen pequeña o gran responsabilidad, para los administradores de justicia.

Ha sido impresionante la visita de la Virgen de Urcupiña en el centro penitenciario del Abra. Cuanta paz y serenidad ha dejado. Cuánto se ha doblegado a sus hijos que sufren. Pero también he vivenciado una cosa, cuan fundamental es que se acelere la justicia. Cuantos inocentes privados de libertad.

Queridos hermanos y hermanas acojamos esta palabra, seamos sabios también a escoger y abrir nuestro corazón a lo esencial, a lo fundamental. Seamos constructores también del Reino de Dios en este mundo.

Hoy tenemos una intención en toda nuestra Arquidiócesis, rezar por nuestro pueblo hermano venezolano, herido a muerte, en una situación tan delicada y difícil. Queremos pedir al Señor que también allí se instaure el Reino de Dios, en medio de un pueblo que sufre. Y nuestra oración que vaya allá. Queremos de verdad no solo manifestar una solidaridad, sino manifestar un deseo profundo de paz. Hoy es un día muy delicado, no quisiera que se derrame ni un agota de sangre. Por eso yo quería antes de concluir este momento de reflexión, pedir a P. Carlos de nacionalidad venezolana, que es nuestro vicario general, que en síntesis nos puede acercar el sufrimiento de este pueblo y el por qué nosotros que nos poner en ámbito y en profunda actitud de oración y de pedido de que se instaure también el Reino de Dios en el pueblo venezolano.

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