«Seamos pesebres vivientes, que llevan a Cristo en el Corazón» Mons. Oscar Aparicio

Fue la invitación que Mons. Oscar Aparicio expresó en la Celebración Eucarística vivida en la Catedral de San Sebastián, el pasado domingo 15 de diciembre, donde también se realizó la institución de nuevos Ministros Extraordinarios de la Comunión y Ministros de la Palabra.
El Arzobispo recordó que la Palabra de este III Domingo de Adviento nos llama a vivir en la alegría, alegría de un Dios que nunca nos abandona, llenándonos de confianza y de gozo. Frente a lo vivido el último tiempo es Dios quien nos habla con la verdad, quien nos muestra como iguales, no como enemigos, ni nos llama a la división.
Destacó que la Palabra de Dios da esperanza, consuelo y fortaleza. En este sentido animó a los Ministros de la Palabra a hacer primeramente vida la Palabra de Dios, para que luego se pueda anunciarla los demás, pues esta palabra debe calar hondamente en cada persona.
También a los Ministros Extraordinarios de la Comunión los llamó a ser quienes, con gozo, llevan a Cristo en su vida y que con la Sagrada Comunión ayudan a todos aquellos que tienen necesidad de ser alimentados con el verdadero Pan de Vida.
Se refirió a que en este tiempo, además de preparar los pesebre en nuestros hogares, también nosotros mismos seamos pesebres vivientes, para que el Niño Dios, que nos salva, nos ayude a ser verdaderos instrumentos de su amor, valorando sobretodo el maravilloso don de la Vida que el Señor nos ha regalado.
Video y texto de la Homilía de Mons. Oscar Aparicio.
Es un momento muy particular, la palabra que usa Padre Iván siempre es henchido, lleno, rebosante de gozo, de alegría porque es así, el Señor es tan bueno, el Señor nos permite poder recibir el don de la vida, el don del amor, su Palabra, el Pan de la Vida. Y en realidad es siempre una gratuidad de parte de él.
Y creo que esta experiencia la tenemos absolutamente todos y nos pone de verdad en gozo y en alegría. El Evangelio es así, su Palabra es así; aquello que se proclama que se vive es evidente que nos llena el corazón. Dios nos llena el corazón, su presencia, que camina junto a nosotros, nos da pasos de certidumbre pero de verdad que nos ponen esta actitud así total, llena de confianza y por tanto de gozo.
Por eso es que en realidad nuestras Eucaristías, nuestras celebraciones, nuestro ministerio, nuestro trabajo, tiene un sentido profundo y no se lo hace por obligación; es, otra vez, una respuesta de generosidad a Dios. Él permite que las cosas sean de esa manera.
Creo que es la primerísima actitud entonces, que nos está acompañando también hoy día, son algunas celebraciones ya que año tras año, las vamos teniendo y como que va creciendo cada vez mejor. Así como los integrantes en estos ministerios van creciendo en nuestra arquidiócesis, da gusto, da gusto, en buena hora podemos decir.
Por otro lado, hermanos creo que, respecto a la palabra de Dios, tenemos muchas experiencias en este tiempo; por ejemplo de profunda crisis que nos ha tocado vivir. Una primerísima actitud hemos dicho que, necesitamos ponernos a la escucha de la Palabra de Dios, fundamentalmente, Porque frente a tanta mentira que se puede decir, frente a tanta situación, incluso de ideologías que se nos pueden presentar, frente a tantas propuestas de todo tipo que estaban siendo como un círculo vicioso de algo que va en contra de Dios mismo o del ser humano; como por ejemplo, no sólo sea la mentira, sino también la división, la violencia, el que como si hubiera dos tipos de bolivianos en esta tierra que pisamos, montón de cosas que se va diciendo como que si fuera lo fundamental o como si el poder y lo que sea el prestigio o sea la fama, o sea también basado en muchas otras cosas, fuera el sentido profundo a la vida. O que nosotros somos simplemente creados para este mundo y nada más o lo que realmente nos da esperanza y gozo fueran los bienes efímeros. En realidad había tanta, tanta palabra o tanto dicho, tanto signos que nos desviaban de lo auténtico, lo fundamental.
Primero entonces se trata de escuchar la palabra de Dios, escuchar a Dios, hacer silencio, a ver qué nos dice Él.
Hermanos míos, un Ministro de la Palabra tiene que hacer exactamente lo mismo, no es tu palabra la que es transmitida, no son ideologías las que se transmiten, ni son la fuente de nuestro gozo, o de nuestro trabajo, o de nuestro ministerio.
Es esta palabra de Dios hecha carne y que se hace vida en nosotros porque la hemos escuchado, es esta voz del Señor que nos habla y por tanto que debe ser proclamada a los demás, pero antes escuchada y vivida, por eso ustedes son como Juan Bautista, ¿no es cierto?
Lo que dice el Evangelio hoy, que fenomenal la coincidencia entre lo que es el tercer domingo de Adviento, que nos trae una hermosa y grande esperanza y justamente está diciendo algo fundamental. Si hay que vivir la palabra de Dios, es para que puedes indicar esta palabra; que seamos nosotros de verdad ministros, trabajadores, proclamadores de esta palabra, en la liturgia ciertamente, pero en la vida cotidiana tiene que hacerse presente. Y esto hermanos es una gran cosa, es otro regalo de Dios, quien llama a un ministerio es el señor, por pura gratuidad, porque él lo permite así. Hasta es bonito, por el nombre los han llamado, cierto, vean y ustedes han hecho presente, heme aquí, henchido de gozo cierto. Heme aquí estoy presente para hacer la voluntad de Dios, para proclamar esta buena noticia. Lo que dice el mismo Evangelio, en realidad, otra vez, para que aquellos que no tengan esperanza la tengan, para que aquellos que están en la crisis, en la profunda soledad, escuchen una voz, para que los ciegos vean, para que los cojos se levanten, para que los presos queden limpios y libres, para que esta palabra se haga presente en medio de nosotros, en esta iglesia local, en esta iglesia de Cochabamba, en medio de nuestras comunidades, en medio de nuestras parroquias, porque el ejercicio, el ministerio de Dios se lo ejerce aquí y hay que comenzar en casa. Esto es fundamental.
Somos capos, a veces para desviarnos, para alienarnos. Siempre justificamos las cosas y buscamos el desvío, la distracción y eso no puede ser hermanos. Hay que estar centrados en la Palabra, para proclamar aquí en nuestro mundo, en nuestra realidad, en nuestras iglesias, en nuestras parroquias, en nuestras familias, proclamar esta Palabra y que se haga también vida para aquellos que la necesitan escuchar.
Un ministro de la comunión, seguramente es aquel que no sólo vive la Palabra en profundidad, sino que la vida misma, en realidad está presente.
Hermanos míos aquí sí que es fundamental, la vida nos viene de Dios, la vida nosotros no lo hemos conseguido a puño limpio, vean sino su historia. Dios se mete en nuestra vida y se mete en nuestra historia, nos convoca y construye la vida, Dios es el dueño de la vida, Dios es el dueño de la historia. Si reciben un ministerio no es para beneplácito personal, es para hacer presente la vida y la vida en abundancia, es para reconocer la soberanía de Dios.
Por eso hermanos, a nadie le está permitido ir en contra de la vida del hermano, a nadie. Ustedes, por tanto, son proclamadores de la vida, custodios de la vida, custodios de este Sacramento de comunión, ministros de la comunión se les dice no cierto, ministros de la Eucaristía, ministros aquellos que llevan, que portan a Jesucristo llevan la vida misma, a aquellos que también más lo necesitan.
Que trabajo bello, difícil también, evidentemente, porque siempre abra que renovar constantemente el ser dignos de aquello, pese a nuestra dificultad, a nuestros miedos, a nuestras limitaciones y a nuestros pecados, somos custodios.
Es como lo que pasa en navidad, en la navidad si estamos preparando algo fundamentalmente son nuestros pesebres, pero fundamentalmente estamos preparando el pesebre viviente, que somos nosotros. Ustedes son como el pesebre viviente que lleva a Cristo nuestro señor, son como la teca viviente; cuando hay que llevar la sagrada comunión, es el amor, es la vida, es la caridad, no es cualquier cosa.
Que sea de verdad, este ministerio, que en primer lugar a ustedes los construya, que a ustedes les dé este gozo, que a ustedes les haga entrar en comunión perfecta con el Señor para luego dar y repartir también está comunión.
Hoy día parece, más que nunca, no solo en nuestro plan pastoral, necesitamos en Cochabamba ser signo de comunión, ser signo de reconciliación, signo de unidad.
Si nosotros queremos ser esto, si este compromiso y nuestra disponibilidad, como ha dicho el Padre Iván, que a esto estamos llamados y esto es lo que le ha sorprendido de ustedes; que de verdad en Cochabamba podamos ser signo también esta comunión, de esta reconciliación, de esta unidad.
Podemos caminar en torno a esta Sagrada Eucaristía, todos nosotros y nos convertimos en Atalaya, en signo visible, patente de que Dios es aquel que conduce nuestras vidas, es el Dios que nos da la comunión; es el Dios que nos permite, pese a nuestras diferencias, ser una sola familia, una gran familia, difícil tareas ¿no?
Por eso se dice ministerio, no son ministros del gobierno, ni del nuevo, ni del antiguo, ni del próximo, son ministros de Dios, son ministros en la iglesia, trabajadores en esta iglesia con algo muy particular, de la Palabra y de la Comunión.
Que el Seño, por tanto, les ayude, les llene de gozo, porque eso es cierto también: el primero que recibe, el primer beneficiado del ministerio son ustedes, y eso hay que reconocerlo. Y eso también no es por mérito propio, pero son los primeros beneficiados. Si ustedes escuchan la palabra de Dios, la tienen que transmitir, esta palabra tiene que penetrar fuerte. Si ustedes llevan a Cristo esto seguramente es el gozo y lo más bello que uno puede tener.
Coraje entonces hermanos, hay que seguir trabajando y a todos ustedes en buena hora que puede renovar el Ministerio que tienen, cada vez son más, en buena hora.