Virgen Alada del Panecillo, Quito (1976) P. Miguel Manzanera SJ

En Quito, capital de Ecuador, hay varias imágenes monumentales de la llamada “Virgen Alada”. La más conocida fue la esculpida por Bernardo de Legarda, uno de los más importantes representantes de la escuela quiteña. Su obra, solicitada por los franciscanos de Lima, fue terminada en 1.734 y sigue siendo muy visitada.

Posteriormente en el año 1.976 el español Agustín de la Herrán Matorras concluyó una hermosa escultura hecha de una aleación de aluminio y magnesio, fundida a la arena. Es la estatua de aluminio más grande del mundo con una altura de 45 metros, dominando la ciudad de Quito desde un mirador situado a más de 3.000 metros sobre el nivel del mar. Se la conoce como la «Virgen del Panecillo» por estar situada en el barrio de ese nombre en las afueras de la ciudad.

Su imagen tiene un especial atractivo no sólo entre los quiteños y ecuatorianos, sino también para muchísimas personas que vienen a reverenciarla. Las alas de la Virgen representan la movilidad como águila veloz con la que se  hace presente allí donde se le invoca. La Virgen coronada como Reina está en pie sobre la luna menguante y teniendo a sus pies la serpiente encadenada.

La imagen se inspira en el libro del Apocalipsis, redactado por el apóstol Juan, quien en lenguaje crudo narra la lucha entre la serpiente diabólica con su séquito de ángeles rebeldes, contra la Mujer, defendida por el Arcángel Miguel y los ángeles fieles, tal como relata el Apocalipsis (12,13-17):

“Cuando la serpiente vio que había sido arrojada a la tierra, persiguió a la Mujer que había dado a luz al Hijo varón. Pero a la Mujer se le dieron las dos alas del águila grande para volar al desierto, a su lugar, lejos de la serpiente, donde tiene que ser alimentada un tiempo más dos tiempos y medio tiempo.  De la boca de la serpiente salió como un río de agua tras la Mujer, para que ella fuera arrastrada por el río. Pero en ayuda de la mujer la tierra abrió sus fauces y absorbió el río que la serpiente había arrojado de su boca. La serpiente se enfureció contra la Mujer y marchó a hacer la guerra a los restantes descendientes que guardan los mandamientos de Dios y mantienen el testimonio de Jesús”.

La serpiente representa al diablo que sigue manteniendo una terrible lucha contra la Mujer, pero ésta con la ayuda de Dios protege al resto de sus hijos que cumplen los mandamientos divinos y se mantienen fieles a Jesús. La Virgen María continúa su batalla contra satán en la tierra, quien, bajo el pretexto de probar,  engaña astutamente a los hombres para que cometan pecados. Además retiene en el lugar de los muertos (el “sheol”) no sólo a los malvados, sino también a quienes no han confiado plenamente en la benevolencia de Dios, Juez de vivos y muertos.

Pero la Trinidad Divina no permite que la perversidad diabólica triunfe en la tierra. Dios envió al Hijo para que se encarnase en el seno de la Virgen María y recibiese el nombre de Jesús, que significa “Yahvé salva” (Lucas 1,28-32).

Lamentablemente Jesús fue acusado de ser blasfemo  y clavado en la cruz. Pero allí eligió a María para que Ella fuese la “Mujer”, la “Nueva Eva”,  que Dios ha preparado  para unirse plenamente con él Nuevo Adán, anunciando así la venida de la “Rúaj Divina” (Espíritu Santo) para unir a todos los seguidores de Jesús.

Jesús cargó con los pecados del mundo, murió en la cruz y fue llevado al “sheol”, el lugar de los muertos, acusados por el diablo, que allí fue derrotado por el Salvador quien liberó a los injustamente condenados. Luego al tercer día resucitó de entre los muertos y formó la Iglesia como la comunidad de los Hijos de Dios, redimidos por Jesús y santificados por la Rúaj Divina.

Lamentablemente el diablo continúa tentando a los seres humanos para que nieguen a Dios y maten a otras personas indefensas, como son los infantes por nacer o los enfermos sin esperanzas, a cambio de poseer riquezas y gozar placeres inmundos. Muchas personas siguen ese falso camino que termina en el infierno. Nadie puede servir a dos señores al verdadero Dios y a la mamona del dinero y de los placeres (Mateo 6,24). Pidamos a la Virgen Alada para que seamos fieles a la vocación de vivir y predicar el Evangelio.

P. Miguel Manzanera SJ

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